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El indispensable bigote rojo

  • gastroarte2
  • 5 abr 2020
  • 13 Min. de lectura

Había llegado a ese momento de la vida en el que puedes asumir el abandono, ya no necesitaba la aceptación de los demás para sentirme válido. Sabía que era un auténtico desastre, pero también sabía que todos lo éramos en mayor o menor medida.

Había caminado media vida haciéndome pasar por un completo idiota y la otra mitad siéndolo, ya no me quedaban más mitades, ni siquiera un cuarto, ahora debía escribir el final. Elegir mal era una habilidad en la que destaqué desde bien temprano así que había llegado la hora de que otros lo hicieran por mí.

Esto es justo lo que pensé cuando aposté por jugar a aquel juego.

Hace varias semanas recibí una carta en un sobre rojo, al abrirla había dibujado un gran piano y dentro de él una invitación:

- ¿Quieres jugar? Sólo debes confiar en el azar. Acude al bar que te indicamos justo a la hora que aparece en el revés de esta invitación y toca una melodía en el Piano que verás dentro del local. Debes elegir entre estas canciones, cada melodía revela una palabra. Al tocar la palabra se escurrirá de entre las teclas del piano, el nombre que dé a luz el tema elegido te indicará el argumento de tu final. Si acudes no existirá marcha atrás.

-"IMAGINE", John Lennon - "CLARO DE LUNA", Beethoven

- "MY HEART WILL GO ON" - "BALLADA POUR ADELLINE", Richard Clayderman

- "FIRST LOVE", Utada Hikaru - "LISTEN TO YOUR HEART", Roxette

...justo cuando leí el nombre de "Listen to your heart" una gota de mi café se resbaló del borde de la taza y rodeó casi de forma perfecta el título de esta canción. No leí más, estaba decidido a dejarme llevar y lo haría por completo. Tampoco sonaba mal para ser la banda sonora de mi adiós a este mundo.

-Posdata: es imprescindible que lleves un bigote rojo….

Susurrando entre dientes me pregunto, ¿un bigote rojo? y pienso, si ya nada importa no voy a ser más idiota por lucir un frondoso y bello mostacho teñido. Todo forma parte de un misterioso destino al que me dirijo a pasos agigantados y me invaden muchas emociones contradictorias; la curiosidad de jugar a través de una canción, la vergüenza de llevar un bigote rojo, la alegría de pertenecer a un grupo, y la tristeza de ser mi destino final………

Son las 16,30 h y mientras me acicalo memorizo como martillo golpeando un clavo, el reverso de la invitación, bar “El encuentro” 19h, bar el encuentro 19h, bar el encuentro 19, bar el encuentro 19, 19, 19, 19, 19……….

En un abrir y cerrar de ojos como (si) por arte de magia se tratara, aparecí ante un gran piano negro. Me dispuse a tocar la primera canción con la melodía que fortuitamente la gota de café me señaló, por fin estaba dispuesto a escuchar el azar. Y así poder descubrir donde me lleva su camino.

Mis manos frías y húmedas, denotaban nerviosismo. Me sentía como una flamenca en Semana Santa. Y cuál sorpresa me depara el habitáculo, cuando miro alrededor veo a un grupo de personas disfrazadas de barberos con bigotes de colores muy bien recortados. Todos me miraban como si de un experimento se tratara.

Aterrado por la escena, veía cómo se acercaban y susurraban palabras casi inaudibles. En un intento de mantener la calma, posé la mano en una tecla del piano y sonó. Y sonó con tanta fuerza que pude seguir el ritmo de mi corazón. BUM Bum BUM Bum BUM Bum, … Tenía un sonido tan bello que comencé a tocar la melodía elegida “LISTEN TO YOUR HEART”. Todos escuchaban atentos y esperaban que en algún momento se deslizara la palabra. Para cuando llegó ese momento todos los barberos estaban moviéndose suavemente con un vaivén a ritmo de la música, y por unos segundos el tiempo se paró y la palabra asomó; CONSTANCIA. Fue tal la explosión de alegría entre los asistentes, que en ese momento me sentí útil, vivo, con energía, con ganas de seguir descubriendo el camino correcto para no llegar al punto y final. Abrí los ojos y un escalofrío me recorrió el cuerpo, cuando la primera imagen que vi fue la mesa del salón.

Sobre ella, la palabra CONSTANCIA, se había multiplicado y ahora formaba la frase "Constelaciones con tanta distancia"; enfurecí pensando que el destino jugaba de nuevo con mi esperanza, con mis ilusiones, con las últimas fuerzas que me quedaban de hombre nuevo con bigote rojo. El mismo hombre que treinta minutos antes gozaba aporreando al piano "listen to my heart" mientras aquellos hombrecillos bailaban al mismo son. Respiré entonces un instante, como hago siempre cuando me amenazan mis instintos más primarios. Tres respiraciones profundas, antes de pensar, antes de un juicio precipitado que sólo arrojaría ideas funestas a este juego. Dejo que mi corazón disminuya las pulsaciones, respiro; de nuevo me brota la música desde el corazón y comprendo. Las cosas buenas llevan su tiempo. Constancia y tiempo. Este es el juego que propone este sobre rojo, cúrrate una buena partida, sin prisas, disfrutando. Me he vuelto a salvar de mí mismo, ahí está el acertijo, quiero seguir jugando, quiero seguir tocando, nada debo temer, tan sólo saber domesticar mis pensamientos. Vuelvo al piano, como se vuelve a la vida, suenan los acordes rodeándome como cordones de seda que me llenan de caricias, cada nota, me devuelve un poco a mi hombre nuevo. Toco mientras siento mi renacer, todos pueden sentirlo, siguen bailando y gozando a mi alrededor. Una mujer morena de ojazos verdes se acerca a mí reptando por el suelo. Anda elegantemente con sus brazos, arrastrando su cola de pez. Me hace un ademán para sustituirme al piano. Cruzamos una sonrisa. Ocupa mi asiento entonando la misma letra dulcemente, me alejo lentamente. Recorro el espacio hasta una de las mesitas de alrededor del centro. El tiempo se desliza espeso, hay una neblina en el bar que nos tiene a todos relentizados. Ya no le veo la cola a mi sustituta, sólo veo sus labios; Se abren y cierran brillantes como una luna de carmín, un corazón bombeante en forma de boca. Sale su música como de una cajita de pandora, cantando secretos. El carmín humedecido de sus labios es un anzuelo en mis ojos. Un humo rosa con la consistencia de la neblina de un puerto a las seis de la mañana y aroma afrutado, se extiende por todo el bar. Todos estamos flotando, sólo se distinguen los bigotes rojos. Me dejo llevar por este estado. Hacía tiempo que no me sentía así de bien.

La mujer al piano se llama Marizzia, me lo ha dicho el de al lado. Es la dueña del garito. Se vuelve mitad pez cuando suena el piano, fue cantante en uno de los trasatlánticos que hacían la ruta Lisboa-New York hace unos veinte años. Un accidente de barco la dejó sin extremidades. Cuando canta, le crece su cola y le sale esa voz prodigiosa digna de una sirena. Es un ser de otro mundo. El hada madrina de los espíritus perdidos de la ciudad. Experta como habrás visto, en encontrar a tipos como nosotros, con sus sobres rojos.

Disculpa, me presento, soy Ulises.

Me extiende el saludo en un apretón de manos y siento como me deja pegada unas escamas en los dedos. ¿Cómo es tu nombre?

Mi nombre… Ya no recordaba ni mi propio nombre. Venían letras a mi cabeza como intentando formarlo, pero se perdía en la neblina. No lo terminaba de recordar, aunque ahora que lo pensaba: ese nombre ya no era el mío. Ya no soy el hombre de antes, por tanto, aquel nombre que no consigo recordar tampoco me pertenece.

Ulises me miraba atento a pesar de encontrarme en silencio ante esa pregunta aparentemente tan sencilla, pero entonces me alivió su respuesta: -No te preocupes si no puedes responderme ahora, nos ha pasado a todos. Es lo normal.

Lo miré con ilusión y sonreí mientras suspiraba, como liberándome de lo que quedaba de mi antiguo “yo”. Volví a sentirme parte de un grupo, aunque no conocía a nadie, pero no me sentía juzgado ni ridiculizado. De alguna manera sentía que ellos eran como yo, y eso me aliviaba.

Ulises me invitó a conocer al resto del grupo. Me presentó como el nuevo y a medida que los demás iban diciendo sus nombres, veía que todos tenían algo en común, aparte de los bigotes rojos, claramente. Edipo, Teseo, Heracles, Zeus, Perseo, Áyax, Eteocles… Todos eran nombres de la mitología antigua griega o de sus obras literarias. No podía ser casualidad. Giré la cabeza, presintiendo que la respuesta estaría cerca de mí y efectivamente la encontré. Junto al piano había una estantería llena de libros, y desde la lejanía pude distinguir algunos textos de la antigua Grecia. Así que sin necesidad de explicación entendí el funcionamiento, ahora me tocaba a mí elegir mi nuevo nombre. Supongo que debería elegir un nombre con el que me siento cómodo, ya que esta vez lo estoy eligiendo yo. Un nombre cuya historia comparta algo con la mía…

Comencé con el libro de mitología griega. “Zeus”, “hola me llamo Zeus”. No, me suena demasiado elegante para mí. “Poseidón”, “Ares” … No me identifico con ellos. Pero de repente lo encontré. “Hermes”, sí, “Hola, me llamo Hermes”. Me gusta, y además me siento identificado con él, ya que me he llevado toda la vida siendo un mentiroso y un intermediario. Mentiroso sin mala intención, eso sí, pero mentiroso. Me habían enseñado a mentir, a hacerle ver a la gente que siempre estoy bien, igual que ellos a mí. Todos estamos siempre bien. Mentirosos e idiotas. Y ahora que leía la palabra “intermediario” me he dado cuenta que siempre he sido el resultado de la suma entre lo que quería ser y no era, por miedo a ser juzgado y lo que hacía creer que era, pero que tampoco lo era en realidad. Siempre he estado en una frontera invisible entre mí mismo. Pero eso se ha acabado ya.

Me llamo Hermes.

Hermes, Hermes... suena genial mi nuevo nombre.” Y qué hacen todos estos ¿hombres? ¿Acaso yo lo soy?” “Lo seré”, aquí nadie cuestiona nada. Ni siquiera cuando entra esa neblina que se cuela por las rendijas del suelo y de las ventanas. Lo cierto es que no estaban disfrazados, ellos eran barberos de distintas épocas que confluían cuando la tierra se interpone entre el sol y la luna, cuando se produce un eclipse lunar de Luna Roja. El próximo es en noviembre y estamos en marzo. Este marzo raro y extraño que hizo que la humanidad parara. Parara en todos los sentidos. Los colegios y los institutos dejaron de funcionar; las obras se paralizaron; muchos abuelos murieron; los niños descubrieron a sus hermanos y los hombres encontraron momentos para aburrirse con sus mujeres, como cuando eran novios. En estos momentos jóvenes, adolescentes y niños están aprendiendo qué es eso. Muchas personas vivían solas y éstas que a veces fardaban de su soledad, se sintieron muy solas. Igual que las que convivían con sus parejas, o los abuelos que compartían casa, que no ya el amor que les unió hace ya bastante años, que mejor no acordarse. Pocos piensan y si lo hacen, se agobian, se irritan, creen que protestando como lo han hecho hasta ahora serán mejores o se sentirán satisfechos; vociferan de los vecinos y critican a los políticos. Y todo aquello que es un derecho que nuestra sociedad debe ofrecernos, resulta que se ve mermado. La sanidad colapsada. Ahh lo que pasó fue que un virus cruzó fronteras, voló en primera, atravesó océanos y se coló en la mayoría de las casas de los humanos y formó un caos que costó entenderlo y sofocarlo.... quizás aún esté entre nosotros. Algunos, aunque cada vez más, encuentran serenidad consigo mismo meditando, bailando, y encontrando la esencia consigo mismos. No hay otra. Difícil situación la de este momento que a menudo nos deja sin palabras, afloran lágrimas y me hace decirme que no voy a hacer más el idiota ni dejaré que nadie decida por mí.

Marizzia ha terminado con el último acorde y antes de empezar a tocar Claro de Luna, ¿qué casualidad no? (Yo ya no creo en las causalidades, dije para mí.) Me ha mirado con sus ojos verdes y he sentido cómo me penetra e invade mi intimidad. Ulises llama la atención de los congregados y dice: “¿Comenzamos Las constelaciones con tanta distancia?”

- ¡¡¡ Ernesto, deja ya de aporrear el escritorio!!! Gritó una voz refiriéndose ¿a quién? No conozco a ningún Ernesto, dijo Hermes. – Es hora de tu terapia Ernesto!!! Volvía esa voz a repetir ese nombre que yo desconocía, que no era el mío. ¡¡¡Yo me llamo Hermes, sí Hermes!!! ¡He tardado en reconocer mi propio nombre y ahora quieren cambiármelo!

- ¡Señora directora…! Elíseo, el enfermero de planta se dirigía a la directora del centro de internamiento para enfermos mentales, con una nueva queja sobre Ernesto. – La medicación no ha conseguido mejorar nada la actitud del enfermo. Al contrario, creo que está peor. ¡Ahora se pasea con un estúpido bigote rojo y dice llamarse Hermes!

Ernesto había llegado hacía pocos meses a aquel centro tras el intento de asesinato de un pianista, al que no conocía. Fue durante la actuación de este músico de jazz en un local nocturno. Ernesto lo acusó de robarle una melodía “Listen to your heart” e intentó arrancar las teclas del piano en busca de algo que no supo explicar. Su comportamiento no tenía explicación alguna, así que el juez decretó su inmediato internamiento.

El resto de pacientes conocían las manías de Ernesto y a veces se disfrazaban colocándose un bigote rojo para burlarse de él. Aunque se enfadaba, Ernesto iba a lo suyo, en busca de una melodía que no paraba de sonar en su cabeza y que simulaba tocar en el escritorio del despacho de la directora o en otro lugar al que su mente volara durante sus alucinaciones.

¡Hermes, me llamo Hermes! Se repetía Ernesto una y otra vez tratando de convencerse de que ese nombre correspondía realmente a su persona. Nunca había tenido una personalidad fuerte, la gente se reía de él porque se comportaba como un idiota. Su vida era un auténtico fracaso. Su matrimonio apenas duró unos pocos meses, hasta que ella se cansó de sus excentricidades y se fue con un hombre que supo captar su desesperación.

Ernesto había intentado estudiar varias carreras y ejercer diversas profesiones, durante breves períodos de tiempo. Pero no se tomaba nada en serio y, por ello, tampoco nadie se lo tomaba a él en serio. No recuerda que fue lo que lo impulsó a acudir aquel día a ese local donde actuaba un pianista que, tuvo la mala suerte, de estar tocando, cuando él entró, una melodía con la que Ernesto estaba obsesionado desde su juventud.

“Listen to your heart” sonaba en su viejo giradiscos cuando Marisa, su ex esposa, le dijo muy fríamente que lo abandonaba, aunque sin decirle que se iba con otro hombre…

“Sé que hay algo tras tu sonrisa

Has creado un amor, pero ese amor se desmorona

Tu pequeño pedazo de cielo se vuelve demasiado oscuro

Escucha a tu corazón cuando te está llamando…”

Y desde ese día Ernesto, no sabe quién es, ni donde vive, ¡ni a donde va!

Hermes, o Ernesto, hizo caso omiso a las indicaciones del enfermero y siguió golpeando el escritorio hasta que llego la directora.

– Déjennos a solas, les pidió la jefa a los enfermeros.

– Hola Marizzia, dijo aquel hombre cuya mente parecía haber explotado.

He sido constante, constante en el tiempo, tal y como se me indicó. He resistido ser tomado por loco, sé que todos creen tus mentiras: que perdí la memoria después de ser abandonado por mi mujer, y en cierto modo es verdad, aquello hizo que dejara de amarme a mí mismo y al abandonarme al olvido condené todos los recuerdos que me habían hecho ser quien era. Tampoco es cierto que agrediera a aquel músico, tu estabas allí a mi lado con tu gran cola y lucias el mismo bigote que yo, el mismo bigote que todos los que estábamos en ese lugar. Aquel hombre decidió romper las normas del juego, comenzó a tocar mi melodía, se arrancó el bigote de la cara y se burló, se burló de todos nosotros, y de nuestros bigotes y de nuestra melodía y hasta de nuestro desesperado intento de dar algún sentido a nuestras vidas. No podía permitirlo Marizzia, tú, Ulises, Apolo, yo...todos...todos estábamos allí esforzándonos por restaurar las grietas de nuestras almas, al menos por un breve espacio de tiempo, al menos para que antes de exhalar nuestro último aliento sintiéramos que lo habíamos intentado y que de alguna forma todo había valido la pena.

– Dime Marizzia... ¿Qué buscabas tú? ¿Por qué habías decidido jugar?

– Yo quería ser alguien Marizzia, alguien que fue capaz de ser valiente al menos por una vez en su vida, quería un nombre Marizzia, quería dejar de ser un pobre hombre a medias cobarde y abandonado...

– ...tú, una mujer herida, una mujer que naufraga siempre en el dolor de no pertenecer nunca a nada ni a nadie, querías olvidar el mar, querías llegar a tierra firme, como todos... ¿No es eso lo que buscamos todos?... Tierra firme...

– ...Ulises un hombre cargado de culpa. Un accidente de tráfico acabó con la vida de una mujer a la que ni siquiera conocía, pero de la que nunca se pudo olvidar...El también necesitaba alguna melodía que le apaciguara su alma...

– ...todos queríamos que aquello se convirtiese en una revelación divina, las enseñanzas de un maestro que al fin nos guía en el camino. Pero los maestros y las revelaciones son para los adultos como las hadas y los duendes son para los niños... ¿Verdad Marizzia?... No existen. Sólo son una fantasía que nos indica la importancia de seguir buscando y sobre todo soñando, una realidad paralela que pertenece al mundo de la imaginación y la utopía, cuyo poder es ayudarnos a llevar la realidad física y seguir adelante. Eso es el bigote rojo... ¿No es así?... el dichoso bigote rojo que llevábamos todos...el maestro, la revelación, el toque de magia que por un momento nos salva de todo lo real, o nos ayuda con ello...es la luz del esperpento, del teatro, del arte, de los cuentos, de la música... el momento en el que no importa tu nombre. Todos en el plano de lo abstracto somos como Ulises, o Zeus, o Apolo...” hombres en busca de sentido”, un clásico, la clásica e inmortal tragedia griega.

– Pero cuando alguien rompe la magia, cuando un hombre se quita el bigote y se salta las normas y deja de tocar el piano...todos volvemos a la realidad, y nos sentimos ridículos y diferentes...¿ verdad Marizzia?...y yo vuelvo a ser Ernesto, el trabajador de banco jubilado que carga como puede con el recuerdo de una mujer que lo abandonó...y tu María, la directora de un centro de salud mental cuyo marido decidió suicidarse en el Mar... y sí, el juego ha funcionado, porque lo he comprendido de verdad. Todos somos un desastre María, todos sin excepción, todos a medias, todos buscando que alguien nos guie, pero al final solo queda colocarte un bigote y reír mientras tocas una melodía en un bar cualquiera, observando a los demás con sus ridículos, pero imprescindibles bigotes rojos.

– Constancia en el tiempo, que gracioso se me hace y tan cierto a la vez, voy a escribir yo mi final, sé que decidiré tan mal como siempre, o tan bien... ¿quién sabe?... pero debo ser constante en el tiempo... ¡que ironía María!... estoy donde empecé.

– A todos nos salió la misma palabra ¿verdad?... no respondas lo sé.

– Bueno...voy a cambiarme, voy a guardar mi bigote en el bolsillo y a quitarme esta bata de enfermo y voy a ir a mi casa, voy a tomar una cerveza mientras escucho “listen to my heart” ... y quizás me apunte a un programa de esos para encontrar pareja, esos que antes me parecían ridículos, ahora con mi bigote me parece casi perfecto. Estoy harto de ser un hombre abandonado, no quiero acabar sólo mis días María, esa es mi verdad, eso es lo que me dice mi corazón si lo escucho. Pensándolo bien... ¿te gustaría tomar algo?...

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