El bosque y Tom
- gastroarte2
- 22 abr 2020
- 8 Min. de lectura
Nunca supe con certeza que es lo que hacía en este bosque que no reconocía. Las piedras del camino no se parecían a aquéllas que recuerdo. Son oscuras y grandes. No crece el musgo. Esa yerbita verde vibrante, diminuta, que crece en las piedras y el sol las acaricia a través de las ramas de los árboles. Los caminos son extraños y no sé a dónde conducen. Quizás esta lluvia perenne que se ha instalado en cada rincón de este lugar inhóspito se lleve lo que no termino de entender y me acerque a esta nueva realidad que está delante de mí. He buscado refugio en un montículo formado por estas enormes rocas. Necesito llegar hasta allí antes de que me arrastre el torrencial. Empapado y con frío he encontrado cómo. Me duele la tripa. Estoy cansado y harto de esta vida. Si fuera otro, más hermoso, más esbelto, más grande, la vida me trataría mejor. Estoy cansado y tengo sueño. Mañana seguiré buscando a ver si encuentro dónde estoy y cómo he llegado hasta aquí.
Hubo truenos y una gran tormenta asoló la montaña de riscos. Las luces de los relámpagos se colaban entre las rendijas de las piedras formando sombras alargadas y puntiagudas que daban miedo. Otras se disolvían y parecían reírse de mi escondite. Apreté los ojos y por un momento desaparecieron los destellos y la negrura se instaló de nuevo. El agua se filtraba entre dos pedruscos cerca de mí y notaba en mi piel el frescor de la noche y la lluvia. Me desplacé hacia un lado. Se notaba la humedad del ambiente, pero ya no me mojaba. Así, enrollado sobre mí, me quedé dormido.
El susto se me había pasado y de nuevo entre las rocas.... ¿qué me ocurre? Siento como si no estuviera en mí. Tengo hambre y la tripa vuelve a dolerme. Ha dejado de llover. La tierra está mojada. Me gusta cuando lo está, se queda fresquita la panza. Está amaneciendo. Supongo. Hay destellos tenues de luz y la oscuridad va desapareciendo poco a poco. Una ligera neblina se está instalando, nubes bajas que envuelven a los árboles, la tierra, las piedras, los animales.
Necesito comer. Noto como si mi cuerpo quisiera ser otro y yo solo soy el que soy. No sé si les dije, soy Tom. Y me divierte acordarme de mi bosque, de mi casa y de mis amigos. Me saca una sonrisa. Me hace seguir adelante, aunque a paso lento. Aún no he descubierto por dónde voy y los caminos son desconocidos para mí. Soy Tom, la bicha.
Y aún no sé qué es lo que hago en este lugar.
Se divisan los primeros albores del nuevo día. Los tenues rayos del sol intentan filtrarse sobre ese frondoso mar verde de la copa de los árboles.
Mojado, cansado, sigo por el camino que no sé dónde me llevará.
El hambre se acentúa cada vez más en mí. Me arrastro entre las hojas y piedras aún bañadas. Absorto en intentar recordar de dónde vengo. Este sitio nuevo para mí no es mi hogar, no lo recuerdo de esta manera.
Detenido unos instantes, observo, bajo el viejo avellano que aún intenta seguir erguido cual gladiador lleno de cicatrices a pesar de tantos años y condiciones extremas en este húmedo lugar, una regordeta ardilla intentando romper la cáscara de su fruto. Absorta en su tarea concentrada. Vulnerable, ¡es mi oportunidad!
Aunque soy un novel cazador, me acerco con sigilo, lentamente. Cada vez más cerca de mi objetivo, saciar este apetito atroz.
Enroscando e irguiendo mi cabeza me preparo para el ataque, estoy listo….
Unos rugidos de ramas rotas espantan mi presa.
Me sumerjo debajo del follaje y en mi desazón, espero que pase la mamá jabalí con sus crías y sigo arrastrándome por la húmeda alfombra en silencio. Vuelve a llover, hoy no cantarán los pájaros. Vuelvo a preguntarme, qué hago en este lugar.
Escucho voces y veo pasar por la senda a dos jóvenes que van cogiendo setas y guardándolas en sus mochilas. Me detengo y descanso. La lluvia sigue cayendo con mayor intensidad. Mis movimientos son mucho más pausados. Me resguardo en una pequeña cueva al lado de una gran roca y escucho las gotas chocar contra el suelo.
No sé exactamente el tiempo transcurrido, pero sí sé lo que debía hacer. Y salí decidido a ir de caza, sin permitir que mis pensamientos fueran en otra dirección. Solo en atrapar a mi primera víctima. Moviéndome con mayor determinación fui oteando el horizonte hasta que llegando a un recodo le vi, un ratón de buenas dimensiones. No lo pensé, le ataqué y cuando quiso reaccionar ya era demasiado tarde. Me sentía feliz de haber conseguido el objetivo, ahora tengo mayor lucidez y fuerza para centrarme en hallar un modo de salir de este lugar.
Me quedé dormido tras engullir a esssssse deliciosssso ratón. Las bichas somos de digestión muy lenta, por eso necesitamos descansarrr muuucho… Y mientras se produce esa lenta, lentísima descomposición del ratón en mi interior, mi mente vuela lejos, sueña con otro tiempo, con otros lugares, cuando yo no reptaba… cuando yo no estaba condenado a padecer esta vida tan arrastrada…
El Sur de Brasil y el Norte de Argentina en los años 60 contaba con una gran reserva de árboles, entre los que se encontraban las apreciadas araucarias. Allí me destinó la compañía para la que trabajaba, una maderera internacional que buscaba materia prima para los productos que fabricaba, entre los que estaban unos excelentes y cotizados muebles, además de una exquisita carpintería en cocinas, bibliotecas...
Siempre me había gustado la carpintería en general y desde pequeño, con la instrucción de mi padre, aprendí a fabricar mis propios muebles. Me hice una reputación que crecía conforme lo hacía yo. Así que el día que recibí la tentadora oferta: tenía que hacerme cargo de la Gerencia de la Multinacional para la que trabajaba en Sudamérica, no pude decir que no. Iba a ser un gran cambio en mi vida, nunca pude imaginar hasta qué punto.
Lejos iba a quedar mi familia, mis amistades, mis paisajes, mis amores… Pasé de ver largos amaneceres en verano, cuando prácticamente no existía la noche en el Norte de Europa, a vivir amaneceres verdes entre el frondoso bosque que lo inundaba todo en el lugar al que fui a vivir, el Bosque de Araucarias. Pero a pesar de ese gran cambio, me sentía bien, muy bien rodeado de gente alegre, que vivía el día a día intensamente.
Pasaron varios años y mi trabajo era muy apreciado. Conseguí en poco tiempo surtir con los mejores ejemplares de araucaria las varias fábricas de la multinacional en diversos países. Conforme crecía mi éxito profesional empezó a fracasar mi vida personal. Mi esposa ansiaba volver a Europa, extrañaba mucho a su familia. Y mis dos hijos crecían en una cultura muy diferente a la que conocieron en su infancia…
Tenía que decidirme ¿me quedaba en la Multinacional de Sudamérica o volvía a Europa a empezar una nueva vida? Porque se trataba de eso, de empezar de nuevo ya que la Multinacional no quería prescindir de mis servicios. Yo les hacía ganar mucho dinero.
Ahora que soy viejo me doy cuenta del error que cometí. En mi vida he cometido muchos errores. Mejor dicho, en mis vidas he cometido muchos y muy grandes errores. Soy culpable de no haber sabido reaccionar a tiempo. Soy culpable de haber contribuido a dejar un Mundo peor a la generación siguiente. En fin, soy culpable de tantas cosas que creo que me merezco cualquier castigo por impensable que parezca…
Pero una bicha... nunca lo hubiese imaginado, o tal vez lo sabía, pero no quería verlo.
Vuelve a amanecer, en su eterno retorno, ahora mutilado por mis ojos de serpiente.
El bosque sigue húmedo y las Araucarias no se marchan, se han aferrado a la tierra con sus enormes raíces como el arrepentimiento se ha instalado en mi estómago.
Todavía puedo sentir al ratón deslizándose por mi largo cuerpo. El mismo paisaje, piedras oscuras y grandes, yerbita verde y caminos extraños. El mismo dolor de tripa, el mismo cansancio y esta insaciable necesidad de comer. El ratón dibuja en mi cuerpo una curvatura enorme y yo sigo sintiendo un largo vacío... ¿Qué clase de ansiedad es ésta? ¿Qué hago en este lugar? ...
Vuelven a aparecer niños para recoger setas, los miro, ahora más acostumbrado a estos nuevos ojos y reconozco en su silueta a mis hijos, son ellos, sí puedo reconocerlos... pero... ¿Qué hacen es este bosque?... no ellos no, ellos no merecen esta humedad... en cambio... parecen felices, sí ellos son felices... ese pensamiento me reconforta, me sacia, alivia mi dolor de estómago y disminuye mi cansancio... voy a reptar hasta ellos, quiero oír su risa más de cerca... ¡ojalá pudiesen reconocerme!, tal vez ellos pudiesen ayudarme a salir de aquí.
Intento deslizarme a través de este denso bosque, puedo oír sus voces cada vez más cerca... se marchan y me dejan en medio de esta nada, adornada de Araucarias. Ahora se abren nuevos caminos. La risa de mis hijos... ¿Puede que alguna de las decisiones que tomé en mi otra vida no fuesen producto de mi ruin egoísmo?...
Algo está ocurriendo. Es este endemoniado cuerpo de serpiente con hambre que me tiene atrapado. Comienzo a sentir una amargura en mi boca que me asfixia... he expulsado al ratón de mis entrañas. Mi cuerpo se está transformando, lo noto... ¿en qué me estoy convirtiendo ahora?... tengo piernas...sigo con hambre, pero sobre todo sed... necesito beber... corro a la velocidad del trueno hacia un río de aguas transparentes que ha aparecido frente a mí... Comienzo a beber aceleradamente... uff me siento aliviado... entonces... puedo ver mi imagen en el agua, ahora soy un lobo... un lobo de colmillos afilados y con una mirada que invita a tener alguna esperanza.
Intento por unos momentos no perder la calma, sobre todo quiero considerar, mis nuevas posibilidades.
Soy fuerte, estoy sano y salvaje.
Me he transformado en varias ocasiones en seres que ni por un momento pensé que fueran importantes en mi vida. Ahora soy un cazador solitario. Qué caprichosa la vida, ¡tengo tanto que aprender a mi edad!
Al fondo del bosque escucho de nuevo las risas de los chiquillos, juegan y se divierten como si no hubiera un mañana. Miro al cielo y algunas nubes con sus grises dibujan una ciudad, me imagino su ajetreo, el ir y venir de las personas, los sonidos de los motores y claxon, el caminar por sus calles abarrotadas, los niños saliendo del colegio, las madres apresuradas después del trabajo... Noto que tiemblo. El sonido del agua me tranquiliza y me devuelve a la realidad. Comienzo a olfatear y a seguir mi instinto para llegar al dulce sonido de mi recuerdo: la risa.
Reptar por el suelo, me aseguro que más bajo no podía caer. Aprendí que correr por el bosque sin control no garantizaba mi bienestar, pero era lo que tenía que hacer, correr en busca de mi presa. Al mismo ritmo que corría, nacían en mi cuerpo dos bonitas alas. Esta vez era un águila que inició su aleteo cuando llegó al final de un risco. Me había vuelto a transformar.
Desde lo alto comencé a darme cuenta de lo maravillosa que es la naturaleza. Podía divisar el bosque. Una cascada caía libremente tras la lluvia del día anterior y su bruma formaba un arcoíris que se fundía con el verde de los árboles. Era un vuelo armonioso y la sensación de hambre había desaparecido, entonces fue cuando me dejé llevar por la corriente de aire que me alejaba cada vez más del bosque.
“Tom, mira.” escuché decir.
Sorprendido por la voz más cálida que tengo en mi memoria, me di cuenta que estaba de vuelta en ese inhóspito lugar, en el cuerpo de bicha, con hambre, sueño y miedo. Pero no le di importancia.
Esa voz era de la ardilla y delató su posición, comía frutos de los árboles y jugaba feliz entre sus ramas. Esa ardilla con su cálida voz era mi esposa, quería enseñarme su nuevo hogar. No sabía cómo había llegado allí, pero se movía como pez en el agua y ni siquiera se planteaba las dificultades.
No lograba entender que estaba pasando por ese lugar, ni las necesidades ni las transformaciones. Me di cuenta que no era cuestión de ser más hermoso, esbelto o grande.
Por un instante me paré a recordar cuándo fue la última vez que me paré a pensar quién era. Y ahora el pensamiento queda lejos de mi realidad.
Tom, soy Tom, la bicha. Da igual mi aspecto exterior. La primavera llegó hace unas semanas a este bosque magnífico.
Hoy hace un día soleado y espléndido para hacer lo que más me gusta. Eso voy a hacer, tumbarme al sol.
Y colorín colorento, se ha acabado este cuento.

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